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lunes, 13 de octubre de 2008

Aspectos científicos de la crisis (II)

Aunque esto parezca un rollo, que de hecho lo es, leedlo porque es para mi otro condimento del auténtico y pertinaz origen de la crisis. Si os parece que me pongo chulo, os equivocais, trato de mostrar mi lado pedagógico, casi como el profesor que nunca fui –porque en este momento los silenciados empezamos a ser oídos y escuchados- ahora que quebró todo y digo que puede ser verdad porque nadie menta estos factores. Precisamente. Da que desconfiar. Creo firmemente en que el Ser saldrá reforzado en su humanidad.

En el momento en que estaba despidiendo a mi padre, con bien merecido epitafio latino rematado por un solemne Sit Tibi Terra Levis – saber lo que quiere decir este latinajo le costó pagarme 5 años de carrera. Cosa que él hizo de buena gana-. Pero, como buen gallego, había de ser desconfiado. Me obcequé en creer que él me había distraído siempre de mi auténtica vocación cuando me recomendaba encarecidamente que estudiara, que me hiciese maestro…por las vacaciones. Yo, estudiante de aquellas tenía las misma que los maestros , por lo que no valoraba su consejo, pensando que seguiría la cosa así ad eternam. Todos tenemos algo de catetos.

Mi papá me lo decía porque él no había tenido alguna vacación en la vida. O seu había sido “nacer para traballar”. Ya mayorcito yo, se consigió que llegara a disfrutar algún fin de semana. Yo estaba convencido que tras el tupido telón del lavoro, del trabajo, del curre, se hallaba un Potosí –antes de 1492- y cuando iba, algo sucio y sudoroso, en el camión a descargar mercancía echaba por lo bajo cuentas:

- “Bueno aquí ganó 80 mil pelas en una tarde. 80 por 20 son 1600000 pts que no las gana al mes un mestre ni de puta coña”

Era el cuento de la lechera. ¿Falta de realidad?. Ultimamente observamos que ministros del Ecofin también se lo creían. Nada raro entonces. Vete tú a saber porque yo pensaba que mi padre, por alguna oscura razón, gustaba de que me olvidara del trabajo, pero yo erre que erre. Como si mi padre hubiera andado metido en eso de la Masonería y actuara siguiendo un código secreto e indescifrable. Este tío era tonto,- pueden pensar- pero tengan en cuenta el hecho descubierto ahora de que la experiencia es intransferible. Lo dice Todorov. Por lo que estamos condenados a repetir la historia, un deja vû constante, ¡Qué coñazo!. ¡Qué pena!.

Él poco había dejado: dado a sus hijos dos carreras.universitarias, apenas 15 millones en el banco, el bajo, el piso, dos autos. Él, que no había tenido posibilidad de estudiar mas allá de las tres reglas. Lo que no dejó, y de esto protesto, fue deuda alguna , cosa que me lllegó a mosquear. Pues ya empezaba yo a atisbar que era condición si ne qua non. Era algo consubsantancial al mundo de la empresa. Mi auténtica vocación.

Allí, despidiéndole, fuí consciente de que iba a escribir mi propia novela, de trazar a mi voluntad el rumbo. Lo primero que ví importante era empezar por nominar adecuadamente a la empresa, como antes habían hecho los propietarios de la Mercedes, la Pirelli, la Ferrari.. Así surgieron varias ideas, entre las cuales sobresalieron dos: Ferromán –como acróstico de ferro feito a man-, algo preindustrial sonaba. Pero no lo ví como un handicap. Mas al contrario daba cuenta que sabía lo que era el mundo preindustrial, pues algo de eso había estudiado-. Tras mucho debate me incliné por Sofer –SOmos FERrallistas -, algo consciente que me esperaba un erial algo hostil en el cual había de luchar por mi derecho a existir, igual que Cristo tuvo que superar los cuarenta días con sus noches en el desierto. Buscando que lo inmaculado, lo perfecto marcara la empresa, encargué el diseño de las tarjetas de visita a Jesús Otero –de aquellas una joven promesa en el contexto artístico lucense-. Qué dichoso momento!. Pasó el tiempo y él, que era persuasivo sobremanera me lo recordaba siempre que nos veíamos. Insitía periódicamente en reclamarme el cobro de susodicho trabajo. Yo, que me esforzaba, no conseguía recordar. Lo que recordaba fíjamente era haber tenido el pálpito de que era una buena inversión.

Una vez solucionado lo de la imagen, me dirigí resolutivo ante la burocracia y me informé. Allí ví que todo iban a ser facilidades. El Estado quería que yo me enriqueciera rápidamente. Era normal, de aquellas teníamos un Gobierno socialista. Observé con curiosidad que habían suprimido el Voto a Santiago, (perdón; es que la dichosa carrera me acompañará roda la vida) con lo cual el trabajo era más llevadero. Bastaba con constituir con mi hermana una Sociedad Limitada –sólo por 3000 € -, quitar una docena de licencias mujunicipales, que pocas eran – menos de 25.000€ y ¡a enriquecerse!. Aquello iba a ser más fácil de lo que pensara. Sólo había que contratar a gente según el Régimen General de la Seguridad Social. Lo cual nos chocó, pues no pensábamos hacerlo de otra manera. El trabajo era algo que vendría -dios proveereá, aunque servir ferralla en el cielo iba a ser dificultoso…pero con el apuro vendrían los beneficios. Y la reinversión adecuada de esos beneficios. Y la … Fue en un tiempo de dignidad, en que muchas rúbricas eché en el Corredor de Comercio, que hasta me saludaba por la calle y tomando café. Hasta que me enteré de la pasta gansa que cobraba por tan liviano trabajo. Dejé de invitarlo al café. Menos mal que no era consciente de dónde me estaba metiendo. Yo había acabado de estudiar, era un íntegro pardillo y veía sólo una cosa; trabajar dentro de la legalidad. Por eso me chocó que el funcionario que me informó de la contratación de personal por cuenta ajena me dijera que ese modelo de contratación no era extesible al de los siempre opulentos jefes, que eran proclives a defraudar. Y esto me lo dijo con una sincera sonrisa. De hecho nos conocíamos desde niños. Muchas veces diciendo bobadas así el funcionario colabora con el Estado porque fundamentelmente el autónomo es un chollo, una bicoca para el Estado, y el Estado es quien paga al funcionario. Por lo que todo el razonamiente es lógico-escolástico, donde esto se diría ergo. Y que era eso de ser autónomo?. De aquellas era difícil definirlo. Se hizo la luz cuando Movistar empezó a comprender al autónomo, lanzando tarifas planas que nos permitían tener descuentos las veinticuatro horas del día. En eso el autónomo era medio egipcio, gustaba de trabajar de sol a sol. Obviamente para ganar más. Posteriormente también Legalitas se ocupó de nosotros, situándonos en el limbo jurídico que nos caracteriza. Ni somos jefes que nos duchamos y acicalamos todos los días, como los señoritos de antaño, ni somos dignos que ningún sindicato se acuerde de nosotros. Pese a ser limbo –límite sagrado-, esto no era óbice para que todas las mañanas nos vinieran a coger los Huevos de Oro, hecho que a veces se minimizaba y en vez de cogerlos la Administración nos los tocaba. No faltaba ni un día. No se imaginan las cantidad de inspecciones que se puede inventar la administración.

Nosotros –los opulentos jefes- teníamos que ser autónomos. Es decir nuestro grado dentro de los demás esclavos, era 10, el esclavo que se cree libre. Dueño de su propio destino. Propietario, aunque sólo sea de un nicho en el cementerio.

Pasaron los años –es lo bueno que tiene la ficción literaria- y cada año que pasaba, las deudas aumentaban, pese a reducir lo máximo posible la plantilla –minimizar que se llama-. De hecho sólo había dos: yo, –el opulento jefe- que cortaba, cargaba y transportaba y un bravo trabajador que ataba. O sea que en abstracto éramos mucho mejor empresarios que nuestro genitor. Pues teníamos deudas. Pese a lo cual en el momento que pudimos, cerramos, hartos ya.

Entonces es el momento en que molesto a una amiga que trabajaba en eso que yo había aportado tantos quartines, más de 90 contratos firmados como El Empresario para exponer racionalmente a ver que derechos tenía. La respuesta fue breve

-“al ser autónomo ninguno, a ver cuando tomamos un café?.”

O sea que de Seguridad Social para todos ostias.

Meses después, concretamente el 6-X en un programa de máxima audiencia, en prime-time continúa esta historia que quiero contar. Dejando ver que el esquema de esto pretende ser un puzzle mental. Ustedes vayan pegando las fotos y después, ya concluirán....si concluyen algo. Continúa con un colorista número acrobático: un empresario obsesionado con que le pagara creo que el Ayto de Cartagena una deuda (de 100.000 €, tampoco tanto) se había subido a lo alto de una grúa-torre, en un intento desesperado, un acto que recuerda que muchas veces seguimos siendo monitos facilmente emboscables (lo cual explica el que se subiera a una grúa -trasunto del árbol-). Deuda que, según decía, significaba el fin, de facto de su empresa y para dar fé se hallaban junto a él los veinte curritos. Bueno el junto a él lo habría que matizar. Ellos estaban abajo, en la grada del Teatro Romano que era dónde se había llevado a cabo la intervención, lógicamente reivindicando los salarios que les adeudaba. En fraternal solidaridad, pero protegidos de los toros por la barrera. Llama ante este drama, ante estas duras imágenes otra señora que, como no, es empresaria autónoma que se solidariza tanbién verbalmente con él pero intuye que él no era adjudicatario de la contrata. De hecho él era el tercer subcontratista –vamos la ultima mierda (te lo digo yo que estuve en situaciones similares,- El Ayuntamiento se lava las manos (gesto ya muy frecuente en la Administración romana, recuerden el caso de Pilatos) alegando que él ya pagó. Lo dice, demostrar no demuestra. Todos los contertulios tiene húmedo el lagrimal. Se muestran afectados. Pero tal afecto desaparece al momento en que todos se comunican telepáticamente y de entre ello surge la salomónica sentencia:

-“es que arreglar esto sinificaría miles de reformas jurídicas, constitucionales, que obligaría a trabajar miles de horas a los jurisconsultos.”

Y dejaron a la pobre señora sin argumentos. ¡Qué poco vale la dignidad humana!. Digo yo desde mi casa, grito con entera libertad.



Sin embargo ellos hablan así, desentendiendose porque, aunque no lo parezca, ellos también son parte del problema –para mí que como expuse fui autónomo, hijo de autónomo, más no querría ser padre de…-. Ellos transmiten la tranquilidad de personas con lo suyo a buen recaudo –no acostumbrados al riesgo del que tanto gustan los autónomos-: unos son empleados de Tve, otros del grupo Vocento, otros de Prisa, también los hay independientes pero no se pronuncian. Pero el caso es que los que tienen con toda seguridad un buen contrato, algo que les corresponde en justicia, hablan al unísono. Y digo eso aunque me sería fácil desbarrar. Porque aunque hoy no haya caballeros como Don Suero de Quiñones, que todos los días iba a defender su particular “Paso Honroso” sobre el río Pisuerga. Aunque no haya caballeros, decía, haber les hay quien mande. Y quien obedece. O sea que el chollo sigue igual. Esto era el desbarre irreprimible.

Recapitulo: pese a este trato claramente vejatorio que sufrimos los autónomos, hay datos estadísticos que aseguran que somos los mayores creadores de puestos de trabajo, que defendemos con uñas y dientes, porque estamos involucrados a tope, nuestras deudas con la Seguridad Social son mínimas (y recodemos al eximio Mario Conde con aquel bulo de la Confederación Banesto, que esperó a deber la ostia para después, negociar con el Estado –cosa que es usual-).

Y ya termino, al no considerar la empresa del autónomo un ente en si mismo, el Estado la cagó, es decir cagó sobre nuestras cabezas para protegernos. Sí, aunque resulte difícil de entender. La última versión de la “última ratio regis”. ¿Les había dicho que estudié historia?. Última razón que esgrime el rey, era la ingeniosa consigna que mandaban grabar los monarcas en las piezas de artillería. He de reconocer que me gustaría espallar algun conocimiento que tengo...de Historia

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