Es normal asistir a una representación teatral a dejarse seducir por la elegancia de los andares, la dicción estudiada y la entonación precisa, en general, por el buen porte de l@s actrices & actores. Pero a veces hay circunstancias vitales que impiden que se aprecien esos valores, porque hay otros valores, y los descubrimos ahora, con casi medio siglo de vida. Lo perdido perdido está. En adelante no se me escaparán estos espectáculos, en los que la palabra farándula no tiene cabida.
Ya en los prolegómenos, el elenco de actores que esperaban miraban nerviosos para atrás, como hacíamos en el Coro Juan Montes, que mirábamos curiosos a través de una falta en el telón. Pero en su mirada había urgencia, desesperación poética, veracidad, ganas desesperadas de compartir: presiento que Haendel, sabedor que un glaucoma le privaría de la vista, sentido necesario para escribir su música, mostraba una urgencia semejante que con el paso del tiempo le dió a su obra un "bouquet" de genialidad. Pero en un principio fue desesperación, como la poesía de Maiakowski. Cosa que podemos perseguir en la vida de WA Mozart, G Mahler, G Verdi, L van Beethoven, Wagner, Pergolesi...por citar algunos músicos, pero también hay larga experiencia en otros campos artísticos. El arte tiene un fuerte tufo a desesperación vital. El arte huye de la prensa rosa. Hay que recordar lo que decía Gregory Corso de la poesía (una de las artes) "puedo decirte que viene hacia mí, desharrapada, rodeada de alambre de espino y desprendiendo un fuerte olor a gasolina".
Pero parezco el "Médico a palos" soltando sus desconcertantes discursos salpicados por latín vulgar. A mí la representación me dejó un buen sabor de boca. Un señor que estaba sentado a mi lado con un raro atuendo no paró de reirse. Cuando el director, sr Colmenero, pasó a nuestra altura se despidió de él como de un colega:
-Adiós Jean Baptiste
-AU REBOIR
Con todo mi amor, dedicado a los actores del grupo PINCHACARNEIRO. A veces se perdían, pero tengo que reivindicar que fui consciente de su estatura gigantesca bregada en, diariamente, romper barreras absurdas e ignorantes.
Y para teatro, la vida, como dijo un clásico.
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