El día 12 de Marzo del 2015 amaneció
como un día normal. A las 8.3 levantamos a nuestra madre que, sin
rechistarle mucho a mi hermana, le desayunó.
Llevaba unas semanas pachucha;
catarros con los consabidos remedios antibióticos, e infecciones de
orina, con remedios más de lo mismo. Tanto antibiótico la tenía
hecha papilla. Por eso nos alivió que desayunara.
A las 10 vino Yanira, fisioterapeuta
que le estimulaba los pulmones para que consiguiera expulsar flema.
Con lo fuerte que había sido ella, ahora no daba expectorado. La flema
pulmonar era ahora un problema mayúsculo, pero ella siempre pudo
con toda adversidad.
Con Yani en casa, como todos los días
me dispuse a cumplir el protocolo del café que no era sólo ver a
Silvia, tomar dos descafeinados con leche con una nube extra de
espuma de leche, encender la tablet, ponerme las gafas y leer, sin
descuidar saludar a los que nos veíamos allí todos los días. Pero
al poco de sentarme vino Suso, amigo mío pero más de mi hermana.
Estaba sin trabajo y se hallaba en casa casualmente. En aquel momento
nadie pensó en la Providencia. Me dijo que mamá había tenido un
súbito empeoramiento. Marchamos a casa, entramos y fuí a su
habitación.
Estábamos preparados No me asustó
la falta de color, los astros de la noche inmemorial hacia donde se
dirigía habían sustituído al Sol en sus mejillas. Mi hermana y yo
la besamos, su rictus era ya una princesa inmortal, una bella
princesa Saítica,
genuína ninfa da Ponte do Miño, con una expresión seductora, una
expresión de bondad, de gratitud a la vida, de paz. Paco, eu moi
feliz che fun, me había dicho en el balneario de Arnoya. Así era
Conchita que, sin molestar dejó este mundo, escribiendo esa fecha
en nuestra historia vital, 12-III-2015. Ya nada volvería a ser lo
mismo, nunca.
Para qué estábamos preparados?. Para
entender que nuestra naturaleza es mortal. Hacía dos meses habíamos tenido un ensayo general; estaba desayunando y, de repente
perdió el color, la respiración tomó una cadencia extraña, se
dejaba ir, no nos atendía. Alarmados, llamamos al 061 y mientras lo
esperábamos empezó a recuperar. Cuando llegaron los jóvenes y
resolutivos médic@s, Conchita había vuelto. Los facultativ@s
no daban nombres raros, latinos; no sabían pero ya nos
advirtieron que otra vez el resultado podía ser diferente,
divergente.
Fermosa crónica da natural e antinatural natureza da morte, da simultánea aceptación e amargura que suscita. O abismo da orfandade asumido con dignidade e amor. Parabéns.
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