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viernes, 5 de junio de 2015

Notas biográficas III

Las ventajas e inconvenientes de estar al final de la clase, donde me habían ubicado.


A mí siempre me tuviera algo de mágico-escatológico-telúrico la firma de mi padre. Él no había tenido escuela pero era muy observador, era el típico hombre hecho a sí mismo. Había copiado una letra elegante, con rabitos. Igualmente se había construído una personalidad social, condición necesaria para la actividad comercial, único método de dejar atrás a fame da aldea. Fuera el 5º hijo y la casa no lo podía mantener, lo que le obligó desde temprana edad a buscarse la vida. A los 12 años se había escapado de casa para irse a una mina en Villlablino, en otra provincia lejana. No hubo denuncia por maltrato infantil. Para un niño de Caborrecelle, Portomarín, arriesgarse en los años 30 ir a León era un periplo digno de un héroe hercúleo. A los 3 meses mi abuelo lo reclamó y él, cual Hijo Pródigo, volvió a casa, ¡con TRES DUROS ganados!. Magro capital, una vaca se compraba por UN duro. Tal retribución se explicaba porque el Coto había empezado empujando un carretón o vagoneta y al poco lo pasaron a picador de primera,.Cas(a)coto era nuestra casa en la aldea, la Casa matriz si hubiera títulos nobiliarios.

Pero hablaba de su firma. Ya dije que siempre fue mágica la abreviatura que hacía de Fco Francisco.  Así se llamara mi abuelo, mi padre y yo. Por eso cuando ví oportunidad de hacer lo propio, en una presentación, firmé con orgullo Fco López Cabarcos. Cuando lo leyó Dña Evangelina no tuvo en cuenta lo antes dicho. Vió algo punible y preguntó en alta voz quién era el autor de tamaña atrocidad. Tímidamente levantè la mano aceptando la autoría.

Fue levantar la mano y Doña tomó la salida. Regla en mano dió en correr hacia nos. A mi lado estaba Carlos Dablanca. Pero Doña tenía tanto afán en castigar que tropezó y cayó. Mano de santo, con la caída se le olvidó el castigo y, por estar al fondo libramos, vamos libré.


Pero no todo eran ventajas, un par de veces al año venía un comercial de Álbumes Maga y era algo tan novedoso lo que enseñaba que creíamos que aquel álbum de coches o ciclistas una vez terminado sería como un Eldorado casero, de incalculable valor. Tras la presentación el comercial le dejaba a la profe tres o cinco álbumes para que los sorteara. Doña siempre los sorteaba igual. Ella pensaba un número y quien lo acertara se llevaba el álbum. Pero años después me dí cuenta que siempre tocaba “por delante” donde se sentaban los hijos de sus amigos. También me percaté que el sistema era mejorable. Pero a los de atrás nunca nos tocaban los preciados álbumes, nunca nos tocaba nada. Y esto en un puer -o puella- engendra frustación para los excluídos, los no-hijos de sus amigos. Pero en eso radicaba por entonces la Enseñanza, la triste. Me acordé cuando leí Bajo las ruedas de H Hesse. Todo esto me hacía fuerte.

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